Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1666
Legislatura: 1899-1900 (Cortes de 1899 a 1901)
Sesión: 12 de julio de 1899
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 34, 881
Tema: Liquidación de obligaciones del Estado procedentes de Ultramar, reorganización de algunos servicios de la Deuda pública y conversión de deudas y débitos del Tesoro

El Sr. SAGASTA (D. Práxedes): Entiendo, señores Diputados, que hemos andado la mitad del camino en este gravísimo problema de los presupuestos, y no comprendo cómo el Gobierno de S. M. pone reparos a lo que aquí se ha propuesto. Para salir de la situación en que nos hallamos, vale mucho más que una larga discusión, siempre peligroso, un acuerdo, una concordia entre el Gobierno, la mayoría y las oposiciones. Pues esa concordia y ese acuerdo han sido propuestos esta tarde por todas las oposiciones de esta Cámara.

¡Si seré yo afortunado, que habiendo hace tres días propuesto un acuerdo (porque no están los tiempos para pelear ni la situación del país es para apasionamientos), que habiendo yo propuesto un acuerdo menos suave para el Gobierno que el que se ha propuesto esta tarde por todas las oposiciones, he sido juzgado como ministerial y como cómplice del Gobierno; si seré yo afortunado, repito, que a los tres días han venido a darme todos la razón! (Risas).

Yo proponía al Gobierno de S. M. lo mismo que han propuesto las oposiciones, sin fijar tiempo; a mí me era perfectamente igual que lo hiciera el Gobierno cuando le pareciese, ahora o después del estío, porque a mí el estío no me importa nada; lo paso en Madrid como en cualquiera otra parte. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros pide la palabra.) ¿Qué le decía yo al Gobierno de S. M.? Le decía que reflexionara, que había equivocado el camino, que se convenciera de ello, y una vez convencido y no tratándose de una cuestión de partido, sino de una cuestión nacional, sin mortificación de su amor propio, puesto que había dicho al presentar los presupuestos que los presentaba sin criterio cerrado, ni siquiera estrecho, se examinaran detenidamente en la Comisión de presupuestos y se llevara a cabo un trabajo de depuración de los proyectos de ley presentados, a fin de que, modificados unos después de ese trabajo y transformados otros, se presentaran de nuevo a nuestra deliberación, en términos tales, que cupieran transacciones patrióticas, que resolvieran, en definitiva, el problema económico sin acosar al contribuyente, volviendo la calma a los espíritus y la paz al país.

Esta era mi proposición tan ministerial; ésta era mi complicidad. Pues esto mismo se ha propuesto hoy, pero con una diferencia, y es, que yo no hablaba nada de aprobar los proyectos presentados antes de que venga el verano; yo no aprobaba nada al Gobierno hasta que no se hiciera esa transformación y esa depuración; de manera, que más cómplices que yo son todos los demás que han tomado parte esta tarde en la discusión. (Risas- Muy bien.) ¿Pues qué más puede desear el Gobierno que lo que se le propone? ¿Qué más puede desear el Gobierno en estas difíciles circunstancias que aprobar por de pronto lo que necesita para gobernar de aquí a tres meses? ¿Por qué no lo acepta, si en ello no hay dificultad? Esa sí que es una proposición verdaderamente ministerial, a la cual no me opongo yo (Risas), porque estamos, señores, en situación en que debemos procurar la concordia y no la lucha. Con la lucha no conseguiremos más que provocar represalias en las calles, y lo que se necesita es calma, prudencia y paz, y con esta transacción, que se puede hacer sin detrimento de ningún compromiso político y sin obstáculo, podrán desenvolverse los ideales que cada cual tenga.

Pero además, señores, si el Gobierno no acepta esta proposición, verdaderamente benévola, las pasiones van a quedar enconadas, las oposiciones harán difícil la discusión y la aprobación de los proyectos, y va a llegar el otoño sin que podamos conseguir el presupuesto de gastos, si antes hemos de discutir todo lo que hay sobre la mesa; mientras que, por el contrario, con un espíritu de concordia se discutirán sin retrasarlos más que lo necesario, para que cada uno exponga su pensamiento.

Además, las oposiciones se encontrarán en buena disposición para discutir todo aquello que haga falta que se discuta. Después de todo, al Gobierno no se le niega ningún recurso; se le facilita el camino, camino que era escabroso, ¿pues qué más quiere el Gobierno?

Yo me atrevo a insistir en aconsejar al Gobierno de S. M. que admita la proposición, que aún sus enemigos más encarnizados le hace. El Sr. Romero Robledo que, ciertamente, no tiene espíritu de benevolencia para con el Gobierno (Risas.), esta tarde ha llegado hasta a prescindir de la pasión, que alguna vez suele dominarle cuando se trata del Gobierno de Su Majestad, y, sobre todo, de alguno de los individuos que lo componen. ¿Qué más puede desear el Sr. Silvela, y el Gobierno todo, que tener en estos momentos a su lado hasta al Sr. Romero Robledo? (Risas).

Acepte; pues, créame S. S., lo que se le propone, lo que de todos los lados de la Cámara ha salido, porque de esta manera, el Gobierno marchará en paz, y el país tendrá presupuestos, y después de lo que aquí hablamos, las pasiones, lejos de agitarse, se calmarán, porque el país se persuadirá de que no sal- [881] drá de aquí presupuesto ninguno que acose al contribuyente, que perturbe la paz de los espíritus y los intereses de la Patria. Eso es lo que hemos de procurar, mirando sobre todo por el bienestar de la Patria, en vez de atender a los intereses de partido, ni mucho menos alas pasiones de amor propio, pudiendo, sin embargo, mantener cada uno los compromisos a que se encuentre obligado por sus antecedentes y por su historia.



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL